
En occidente los estudios científicos son de vital importancia. Parecería que todo aquello que confirma la ciencia es verdad, y lo demás son conjeturas. Cuando el mindfulness empezó a ser utilizado, a principio de los años 80, en instituciones médicas, empezó a ser estudiado. Primero ser hicieron algunas pruebas, pero a medida que fueron pasando los años los estudios fueron multiplicándose exponencialmente.
En los últimos 15 años se hicieron más de 16 mil estudios, la mayoría de ellos confirmando los diferentes beneficios. Me pareció oportuno, en esta ocasión, referirme a aquellos que resultaron ser de los más importantes.
Estudios científicos sobre el alargamiento de la vida
Voy a comenzar con los estudios científicos realizados por javier Campayo en la universidad de zaragoza; estudios que se replican en diferentes lugares del mundo como podemos ver en esta imagen. Hoy por hoy existe una profusa investigación alrededor del desarrollo de los telómeros a partir de la práctica meditativa.

El autor español lideró dos investigaciones y presentó los resultados que abrieron líneas de investigación punteras a nivel internacional. En los mismos se reflejan que el mindfulness actúa sobre el ADN y las proteínas y previene el envejecimiento del cerebro. El primero de ellos concluye que la meditación continuada alargaría la esperanza la vida y el segundo, realizado con el Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Miguel Servet, demuestra que meditar mejora la agudeza visual.
Para explicarlo podríamos decir que los telómeros son compuestos de ADN localizados en los extremos de los cromosomas y necesarios para la correcta replicación del ADN y la estabilidad cromosómica. El estrés suele acortar estos capuchones, produciendo así la posibilidad de diversas enfermedades y de envejecimiento prematuro. En el estudio se observa que las personas que practicaron la aceptación y la actitud compasiva presentaron una longitud telomérica mayor.
De esta manera se acuerda en la comunidad científica que la meditación mindfulness podría revertir parcialmente los efectos del envejecimiento producido por el desgaste y el estrés. Si querés leer más sobre esta investigación te comparto la nota de el infosalus.
Estudios científicos centrados en los cambios cerebrales
En el año 2005 la revista “Investigación y ciencia” publicó un extenso artículo donde hablaba de los estudios científicos de la Universidad de Wisconsin. Esa investigación estuvo a cargo de Richard Davidson, director del centro de mentes saludables (center for healthy minds), y el sujeto de pruebas fue Matthieu Ricard quien recibiera a partir de ese artículo el mote de “el hombre más feliz del mundo”.
En esos estudios, el foco principal estuvo centrado en los cambios que se producían en el cerebro de una persona que llevaba meditando más de diez mil horas. Los resultados fueron asombrosos e innumerables.
“La comparación de las imágenes cerebrales de meditadores expertos con las de neófitos y no meditadores ha permitido empezar a vislumbrar por qué este conjunto de técnicas de entrenamiento mental puede proporcionar beneficios cognitivos y emocionales. Los objetivos de la meditación, de hecho, se solapan con muchos de los de la psicología clínica, la psiquiatría, la medicina preventiva y la educación. Según indican cada vez más datos, la meditación puede ser un tratamiento eficaz para la depresión y el dolor crónico. También puede ayudar a cultivar una sensación de bienestar general.”
Richard Davidson
Los cambios producidos a nivel estructural en el cerebro pueden llevar a los meditadores a disminuir el tamaño de la amígdala y con ello disminuir las preocupaciones. También a tener una mayor consciencia sobre el entorno y sobre los procesos mentales internos. Provoca modificaciones en procesos cognitivos y emocionales que se relacionan con la disminución del estrés y el aumento de la felicidad.
Por lo tanto podríamos decir que la práctica de meditación mindfulness (en sus tres variantes, focalizada, abierta y compasiva) cambia las estructuras cerebrales. Si querés leer el artículo completo, podés hacerlo acá.
Menos estrés; menos ansiedad

Donde más se investigó en estos últimos años, es en los efectos vinculados con el estrés y con la ansiedad. Según este estudio después de un curso de 8 semanas de meditación mindfulness, los centros cerebrales de lucha o respuesta -la amígdala- disminuyen su tamaño. Esta región cerebral, asociada con el miedo y las emociones, interviene en la respuesta de estrés.
A medida que la amígdala disminuye, el cortex prefrontal -asociado con funciones como la concentración y la toma de decisiones- aumenta su tamaño.
Además, la conexión entre la amígdala y otras regiones cerebrales disminuye, a la vez que aumentan las conexiones entre áreas asociadas con la atención y concentración. La escala de estos cambios correlaciona con el número de horas que se medita, según el investigador Adrienne Taren de la Universidad de Pittsburgh.
Este otro es parte de una serie de estudios científicos donde se compararon los resultados de 16 personas que asistieron a un programa de 8 semanas de mindfulness con las imágenes que tenían antes de empezar. El resultado es que disminuyeron los niveles de ansiedad, estrés y depresión. Por lo tanto se concluye que un programa de 8 semanas puede reducir significativamente los síntomas asociados a la ansiedad y la depresión.
Más felicidad
Muchas tradiciones contemplativas y filosóficas enseñan que “vivir el momento” aumenta la felicidad. Sin embargo, lo usual en los humanos parece ser el estado de mind-wandering o mente divagante (estar distraído, o en otra). Este estado de estar desatento se correlaciona con la infelicidad y con la activación de zonas del cerebro asociadas con los procesos autoreferenciales. Así lo afirmó la revista Science el 12 de noviembre de 2010.
Matthew A. Killingsworth and Daniel T. Gilbert, de la Universidad de Harvard, afirmaron que el 47% del tiempo que permanecemos despiertos, estamos pensando en algo diferente a lo que estamos realizando. El coste de esta experiencia es que la mente suele sumergirse en escenarios negativos que llevan al desarrollo de emociones negativas o displacenteras.
Cuando las personas están conectadas con la actividad que están realizando muestran mayores niveles de plenitud y felicidad, afirmaron los autores.
En este estudio se corroboró que meditadores avanzados de las prácticas usuales de mindfulness, producían al meditar, una desactivación de ciertas áreas cerebrales (corteza prefrontal media, y la corteza cingulada posterior). Es más, los análisis revelaron una unión más fuerte entre el cíngulado posterior y el cíngulado dorsal anterior con la corteza prefrontal dorsolateral.
Esto supone un descenso en la activación autoreferencial. Un descenso en la rumiación y en la preocupación, y un aumento de la sensación de bienestar y felicidad.
Sentir menos dolor
La modulación cognitiva del dolor está influenciada por una serie de factores desde la atención, las creencias, condiciones, expectativas, estado anímico y la regulación de las respuestas emocionales a los eventos sensitivos.
Recientemente se comprobó que la meditación mindfulness puede atenuar el dolor a través de mecanismos como la mejoría en el control cognitivo y emocional.
Este estudio científico ha encontrado que las personas que tienen un nivel avanzado de meditación experimentan menos dolor. Lo curioso es que las imágenes cerebrales muestran más actividad en las áreas asociadas con el dolor.
Según Joshua Grant, del Instituto Max Plank de Ciencias Cerebrales (Max Plank Institute for Human Cognitive and Brain), no se ajusta a los modelos clásicos de reducción del dolor, como los de las drogas, donde se ven menos actividad en esas áreas.
Algo que yo mismo he experimentado y que siempre les digo a mis alumnos es que la capacidad de ser conscientes del dolor va en aumento al mismo tiempo que la ecuanimidad para poder observar. Al inhibir la reacción descontrolada de la mente, uno va pudiendo acercarse a la experiencia sin aumentar el sufrimiento mental. Cuando somos capaces de observar y mantener nuestro equilibrio mental podemos ser más tolerantes con el dolor.
La capacidad de ser observadores de nuestro dolor y de nuestros estados mentales permite una manera diferente a la usual para trabajar con el dolor. Requiere de práctica, paciencia y constancia.
Estos fueron algunos de los estudios científicos que encontré realmente reveladores y que, a mi manera de ver, modificaron los desarrollos terapéuticos médicos y psicológicos.
Aún queda mucha tela para cortar, pero las terapias combinadas con la práctica parecen ser prometedoras para trabajar con diferentes patologías, pero también para tener una vida más feliz.
Es preciso que veamos la práctica como una forma de vida y no como una mera técnica que funciona cuando nos sentimos mal.
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