Confianza, el antídoto para el miedo.

Mujer frente a un lagoSi bien es obvio que el desarrollo de la confianza es una medicina ante el miedo, entender cómo desarrollarla y entender el miedo es mucho más complejo. Para comenzar empezaré diciendo que nuestro cerebro está perfectamente adaptado a la era paleolítica, mas no a nuestra era moderna.
Tener miedo es normal y está bien. Si no hubiéramos desarrollado en nuestro sistema nervioso la respuesta de miedo, no habríamos llegado adonde estamos hoy. Si logramos evolucionar fue gracias a él. Pero está bien y es correcto sólo si se corresponde con la situación que se presenta, si nos permite adaptarnos. Cuando esto no sucede el miedo puede ser un verdadero problema.
Hoy en día los trastornos de ansiedad son la patología más consultada en las terapias psicológicas.

LA HISTORIA BIOLÓGICA DEL MIEDO.

Cuestiones paleolíticas.

Al decir que nuestro cerebro está adaptado a la era paleolítica, decimos que nuestro sistema nervioso está preparado para lidiar con problemas reales, concretos y observables. Si en el paleolítico veíamos un tigre que nos quería devorar, corríamos hasta estar a salvo o eramos su presa. La situación terminaba ahí. No había posibilidades de pensar mucho más. Tampoco tanto miedo «simbólico» como existe ahora. No había índices de inflación, riesgo país, jefes resentidos, Etc. El peligro era concreto y duraba poco. El humano vivió más de un millón de años de esa manera, condicionando al cerebro para que responda a ese tipo de peligros. Desde hace siete mil años se volvió sedentario y fue desarrollando lo que derivó en nuestra sociedad moderna actual. Eso quiere decir que nuestro cerebro es joven para poder adaptarse a los peligros que existen hoy.
Por otro lado pensemos en Lucy, la australopithecus que vivió hace 3.2 millones de años. Imaginemosla en la sabana de Etiopía. En un horario cercano al atardecer. De repente entre las penumbras observa una figura. La figura se asemeja a un pastizal, pero también podría ser la figura de un león. ¿Qué creen que haría Lucy ante la duda?
Aquí se presentan dos posibles errores. En el error 1 Lucy cree que es un león (pero es un pastizal) y entonces corre y logra ponerse a salvo encontrando un refugio del supuesto león. Independientemente de si es un pastizal o un león, Lucy se salva. Corrió en vano, pero su vida está a salvo.
En el error 2, Lucy cree que es un pastizal y entonces no se pone a salvo, no corre. Desgraciadamente es un León que la ataca y la devora. En esta situación Lucy no se salva.
¿Cuál creen entonces que es el error más común para nuestro cerebro biológico, desde el inicio de la historia evolutiva?
Exacto. Ver peligro donde tal vez no lo haya.

Nuestro cerebro emocional tiene un desarrollo histórico importante. El medio ambiente en esa época no era tan amigable como lo es ahora para muchos de nosotros. Hoy en día, no todos, pero algunos de nosotros tenemos la posibilidad de educar a nuestros hijos en lugares resguardados, enseñándoles otras maneras de estar presente.

Cuestiones biológicas

En el cerebro el miedo se activa a partir de la percepción de un peligro real o simbólico. Este peligro puede estar guardado en nuestra memoria emocional. Esta memoria puede haberse construido durante nuestras experiencias. Sin embargo algunas investigaciones estiman que también puede ser construida por las experiencias de nuestros ancestros.
Ante la percepción del peligro se activa un sistema de alarma que, enviando una señal desde el hipotálamo a las glándulas suprarrenales, activa todo el sistema nervioso simpático. Cantidades de adrenalina, cortisol y norepinefrina activan órganos y aceleran el corazón. De repente la realidad parece mucho más amenazante sólo porque el cuerpo se nos llena de adrenalina alterando nuestra vinculación con el ambiente.

Esta respuesta adaptativa deja de serlo cuando el objeto de nuestro miedo no es real o es sólo una suposición. Esta parece ser la situación más frecuente en nuestra realidad cotidiana. Tememos cosas que no están pasando, suponemos mucho y nos preocupamos hasta el hartazgo. Si ademas fuimos educados en una sociedad temerosa, en una familia temerosa entonces es posible que tengamos una tendencia fuerte a sentir miedo. Nuestra amígdala (la parte del cerebro más vinculada con las emociones y con el miedo) se activa cotidianamente con cada preocupación y por lo tanto la agrandamos.

las consecuencias del miedo.

Acostumbrarnos a vivir con miedo, a preocuparnos puede llevar a consecuencias físicas y mentales desfavorables.
Desde ya numerosos trastornos mentales tienen que ver con el miedo o la ansiedad. Las fobias, los trastornos de ansiedad generalizada, los trastornos obsesivos, entre otros. También muchas afecciones físicas tienen que ver con estos trastornos, como la diabetes, los trastornos intestinales entre otros.

Esta propagación del miedo que históricamente también estuvo vinculado con cómo hemos sido gobernados y educados, hoy también se desarrolla en la manera en que cuidamos la salud. Podríamos decir que hoy por hoy vivimos en la «medicina del pánico». Constantemente estamos escuchando sobre nuevas enfermedades que podrían matarnos. En psicología también, año a año se agregan numerosas cantidad de supuestas enfermedades. Etiquetas que describen alteraciones a una supuesta normalidad y que revisten alguna clase de peligro. Los noticieros, las opiniones sobre la política y muchas cosas más describen escenarios terroríficos posibles.


Estamos tan pendientes de la información externa, tan alarmados y tan condicionados a cometer el error 1, que nos desconectamos de nuestro propio cuerpo. Nos desconectamos también de la naturaleza, de lo que nos rodea. Probablemente también nos desconectemos del resto de las personas, transformándonos en personas menos compasivas o empáticas.


Con nuestra atención en lo externo empezamos a desconfiar de nuestro propio cuerpo. Nuestro cuerpo es pensado como una máquina boba que no sabe cómo adaptarse a un medio cada vez más amenazante, lleno de organismos y energías negativas.
Desconectarnos de nuestro cuerpo también nos va endureciendo y vamos siendo menos conscientes del estrés al que nos sometemos con nuestras exigencias. Desconectarnos va limitándonos en nuestro desarrollo de recursos.

Del miedo a la confianza.

Es preciso entonces recuperar nuestra capacidad de relacionarnos con el cuerpo, la vida y la naturaleza de una manera diferente.

Confiar en el cuerpo:

Es preciso entender que nuestro cuerpo tiene una sabiduría propia. Que se fue desarrollando por más de un millón de años y tiene una cantidad inimaginable de maneras de adaptarse a las diferentes situaciones de la vida.
Confiar no quiere decir negar, ni ser negligente o descuidado. Quiere decir saber que el cuerpo puede desarrollar muchas maneras de sobrellevar dificultades. Confiar en él y poder relajarnos va a permitir que podamos adaptarnos con mayor facilidad a las diferentes situaciones de la vida. Observar el cuerpo sin juicio, sin asustarse, entendiéndolo o reconociendo cuando presenta algún tipo de dolor pero sin reaccionar.
Cuando aplicamos Mindfulness para trabajar el dolor crónico de espalda, por ejemplo, pedimos a las personas que observen el dolor sin rechazarlo. Con confianza. Esto disminuye notablemente la inflamación que las personas generan alrededor de su dolor. Esa inflamación suele suceder por la tensión y el rechazo.

Confiar en la vida.

Cuando nos relacionamos con la vida desde el miedo, nos aferramos de manera insana. Creemos que aferrarnos a ciertas ideas, o a ciertas personas puede traernos algún tipo de seguridad. Pensamos que aferrarnos a la juventud o al dinero puede salvarnos. En estas situaciones nos agarramos de lo que sea que esté presente y no dejamos que las cosas fluyan. Nos vinculamos con la vida como si esta fuera un estado estático.
Pero la vida es movimiento constante. Cambio constante. La vida y la muerte están presente todo el tiempo en todas  las cosas. Cuando uno reconoce esa impermanencia entiende que aferrarse a algo, sea material, o no, no ayudará a nada. Al entender esa impermanencia se empieza a vincular con la vida a medida que la vida se manifiesta.

Es preciso entonces relacionarse con la vida AHORA, sin esperar nada del futuro ni buscar nada para evitar el futuro. Es cierto, uno puede ahorrar, y construir, tener una casa y tomar clases. Todo eso nos sirve para relacionarnos con la sociedad. Pero aferrarse a alguna de esas cosas, creyendo que eso nos dará seguridad puede ser el arma de doble filo más nocivo. La vida fluye, confiar en la vida es reconocer ese movimiento. Es entender que todo se modificará de momento y no aferrarse, no temer sino aceptar incondicionalmente esa realidad.

simplemente confiar.


Confiar, significa reconocer y en saber con la mente, con el cuerpo y con el alma que somos parte del flujo de la vida. Que podemos disfrutar de este pasaje, de este camino. Que nos es permitido desarrollarnos y conectar desde el amor. Confiar es saber que tenemos la facultad de generar en nosotros y en quiénes nos rodean una verdadera fuente amorosa.


Cuando nos educamos y educamos a nuestros hijos en la confianza posibilitamos que desarrolle otras zonas cerebrales. La amígdala se achica y ciertas zonas del hemisferio izquierdo y del lóbulo frontal crecen. Al crecer posibilitan el desarrollo de estados emocionales más estables y armoniosos.
Por medio del mindfulness podemos desarrollar confianza si así nos proponemos, al observar nuestro cuerpo y nuestras reacciones mentales. Al tener menos adrenalina en el cuerpo también empezamos a relacionarnos diferente con los demás. No sólo es un antídoto para los trastornos de ansiedad sino que además nos posibilita el contacto humano.

Es importante entonces poder entender el desarrollo de la confianza en nosotros mismos. En la capacidad que tenemos de poder desarrollar nuestros propios recursos para lidiar con las pequeñas dificultades de la vida. Es importante también educar a nuestros hijos desde esta óptica, obviamente sin caer en falsas perspectivas. Sin hacerle creer que todo lo puede. Sin hacerle creer que no hacen falta el esfuerzo y el cuidado. Para nada. Pero sí que entienda que es posible vivir sin alterar tanto su consciencia.

Los peligros concretos aún hoy existen. También existen las posibilidades altas de que algo malo suceda. No es nuestra intención negar ese aspecto de la realidad. Pero cuando entendemos que la mayor parte de nuestros miedos vienen de una mente acelerada que no distingue entre realidad y proyección; si logramos entender que nuestros pensamientos se disparan para alarmarnos pero no siempre necesitamos reaccionar; Si podemos diferenciar cuando el peligro real y concreto no existe y se trata de una proyección, entonces podemos tomar distancia y podemos elegir nuestra respuesta.

Desarrollar una conciencia plena puede ser una herramienta útil para poder identificar cada vez con más astucia esos pensamientos alarmistas que se disparan incesantemente. Pensamientos que muchas veces no son acordes a la realidad que vivimos.
Pero tan importante como el mindfulness es la educación empática. Es la educación que nos permite desarrollar en nuestros hijos y alumnos la capacidad para poder confiar y estar tranquilo frente a las fantasías que el cerebro trae.

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