Coronavirus y la paranoia del fin del mundo

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Subestimando la epidemia

Hasta el jueves pasado no había escuchado, al menos intencionalmente, mucho sobre el coronavirus. Tengo el hábito (el buen hábito) de no mirar mucha televisión y lo que sabía, lo sabía porque me lo habían contado mis pacientes o mi familia. Obviamente sí conocía los métodos de prevención, y eso era para mí lo más importante a tener en cuenta. No tenía datos ni había analizado mucho la situación.

Pero en la mañana del viernes todo cambió. Un paciente me contó que habían cerrado los teatros de Broadway, y eso no había pasado ni con las guerras. Tanto allá como acá se habían suspendido casi todos los eventos públicos. Me enteré que en Europa había una ley de emergencia que te sugería estar a un metro y medio de otra persona. Y me enteré que varios conocidos míos habían entrado en cuarentena. Toda esa información me llegó en un par de horas, toda junta.

Al mismo tiempo también se había cortado la luz en el edificio donde vivo (los viernes no atiendo por lo tanto estoy con mi familia), los ascensores no andaban y tampoco andaba internet. Así que si queríamos salir teníamos que bajar a oscuras con el bebé a upa y viendo qué hacíamos. Rociarnos con off por el dengue y procurar que en algún momento se resuelva lo de la luz.

El coronavirus y el miedo

Hacia la noche me di cuenta que estaba preocupado. Sentía una agitación en el pecho y un pensamiento difuso con respecto a qué hacer con mi trabajo, mi familia, etc.
Los que me conocen saben que no soy de asustarme. No es que sea un inconsciente, más bien lo contrario. Las posibilidades de morir son muchas y si tiene que venir vendrá. Lo único que puedo hacer es cuidarme, y vibrar alto.
Por otro lado, los que sabemos de biodecodificación o de medicina Germánica, pensamos que en estos casos es tan negativa la paranoia, el estrés y el miedo, como la pandemia misma. Por lo tanto procuro no agitar las aguas cuando el resultado pueden ser más ahogados.
Pero llegando la noche me sentí agitado…

En la noche escuché entonces, varias campanas. El cuento de Nasrudin y la peste; Un posteo que hablaba de que la pandemia vino a castigar al hombre por lo descuidado que está siendo con el planeta (teoría que no descarto para nada), teorías conspirativas, lo que dijo Pablo Goldschmidt que es un reconocido virólogo, sobre la exageración de los peritos, y muchos, muchos mensajes alarmantes.

Viendo las noticias compruebo algo que había leído. La mortalidad del virus es de un poco más del 2%. En España de 5200 contagiados hay 132 muertos. En Alemania de 3675 casos hay 7 muertos, en China de 80000 casos hay 3000 muertes y salvo en Italia que el número de muertos es muy alto, en el resto es bajo. 2% de mortalidad Y de los casos que mueren, más del 90% tiene más de 70 años y con un historial de enfermedades previas. Sin embargo yo creo que todos tienen miedo por igual…
Entonces recordé una frase que es de Fernando Callejón, y la leí en uno de sus libros.
Terrorismo médico. Sugiero la lectura de este post

Por más que el miedo me parecía desproporcionado e inducido, la situación es grave. Así que después de pensarlo un buen rato, propuse alinearme con las medidas preventivas: Ofrecer terapia online, no saludar con un beso o un apretón de manos. Poner alcohol en gel en el consultorio y estornudar en mí ante codo.

Convertirnos en el centro calmo de la tormenta

Pero en mi interior había una especie de enojo. Me di cuenta que nunca tuve miedo de contraer el virus. No, de lo que tengo miedo es del sistema coercitivo en el que creo que estoy viviendo. Un sistema que puede hacer que mire con bronca a una persona que estornuda. Un sistema que al generar esta psicosis colectiva puede generar un caos peor que el virus mismo. Personas aterrorizadas y solas. Con altos niveles de estrés, es decir con defensas bajas. Personas mirándose con desconfianza unos a otros, porque el otro puede ser un portador.

Los chinos taoistas dicen que dónde va la atención va la energía. Y desde los tiempos del Kybalion se sabe que los pensamientos y las emociones crean la realidad. Cuando reaccionas a tu realidad con intensas emociones de miedo y ansiedad, porque te dijeron que estaba en peligro tu supervivencia, empieza a generarse una espiral de desasosiego continuo. Ese desasosiego no va a cambiar hasta que no cambies.

Es preciso poder encontrar la calma dentro de nosotros.

Lograr conectar hacia adentro, centrarnos frente a tanta paranoia. Poder permanecer por debajo de las olas del maremoto. Sólo así podremos transitar estos tiempos de exagerada agitación.
Cultivar la atención en nuestro centro, cultivar la atención en el momento presente. Cultivar la atención en el amor incondicional.

Los budistas tienen una excelente meditación para estos momentos. Le llaman meditación tonglen. Pero cualquier meditación en donde envíes luz hacia el mundo será bienvenida y te hará sentir mucho más paz que mirar el noticiero…

Seamos conscientes, cuidémonos. Tomemos medidas, pero no entremos en la paranoia. no sigamos enfermando nuestras mentes y nuestros corazones.

1 comentario en “Coronavirus y la paranoia del fin del mundo”

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