Cristobal Lopez, Macri y la Corrupción.

«Hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntándoselo. Si dice que sí, es un sinvergüenza.»   Groucho Marx.

corrupcion
La corrupción está en tal o cual persona.
Recientemente he participado de una conversación grupal. Uno de los participantes criticaba al gobierno duramente diciendo que si bien él no sabía de política, se daba cuenta que en su bolsillo había menos dinero y eso era suficiente para pensar que el gobierno y sobretodo el presidente estaba haciendo las cosas mal.
Su interlocutor refería que éste gobierno es igual al anterior y que parte de lo que está sucediendo ahora es consecuencia de lo que se robaron los anteriores.
La discusión iba de un lado al otro, tal cual sucede en la calle, en las redes sociales y en los noticieros. La responsabilidad es de este, la responsabilidad es de este otro. Lo que todos sí están de acuerdo es en asumir que la corrupción es el germen del mal, la razón principal por la cual el país está como está. «Lo que sucede es que este, o el otro, son corruptos y piensan en su beneficio personal en vez de pensar en un bien común.»
La corrupción es algo que está, según ellos, en la política, o, más específicamente, en tal o cual político. Y la solución sería que se vayan todos estos y aparezca alguno nuevo, tal vez la reencarnación de Belgrano o de San Martín, para poder instalar un gobierno sin corrupción.
La corrupción está en las instituciones.
Otros, los que sostienen puntos de vista más contextuales, amplios, piensan que no se trata del político de turno, sino más bien de un conflicto institucional. Es decir, la política como institución posee a la corrupción como una de sus características y por lo tanto cada político que llegue al poder será igual de corrupto que el anterior. Lo instituido, en este sentido, lo que se ha instalado es la corrupción. Desde esta óptica el cambio depende de los movimientos instituyentes, aquellos que quiebran lo instituido y proponen algo nuevo y diferente. En este sentido, en algún momento se considero a la revolución socialista como un movimiento instituyente que proponía algo diferente y que terminaría con el hambre, la desigualdad y por lo tanto con la corrupción… esto, obviamente, tampoco fue así.
Lo cierto es que la corrupción no empezó con Macri. Tampoco con Cristobal Lopez o Cristina K, ni con Menem, ni tampoco con los militares. La corrupción existe al menos, desde que existen registros simbólicos como la escritura (algo me lleva a pensar que antes también había, pero bueno, no hay documentos que lo certifiquen). La corrupción nos constituye como sociedad desde el inicio.
Dan Ariely, profesor de la universidad de Duke, doctor en psicología cognitiva elaboró una investigación para ver porqué mentimos, y porqué queremos sacar provecho. Sugiere que uno de los componentes importantes en el engaño es cómo nos vemos a nosotros mismos. No nos gusta pensar que somos deshonestos. Podemos llevarnos un jabón del hotel, pero no la tele del mismo lugar. Pero que en cierta medida todos hacemos algo de trampa. Todos mentimos, tal vez en un nivel ínfimo, acorde a la imagen que de nosotros nos hacemos.
Sigman un neurocientífico argentino retomó esta investigación y en este artículo explica que la corrupción no responde a cuestiones genéticas, o al menos no hay investigaciones que lo certifiquen. Más bien, la corrupción se desarrolla en un cierto medio, con ciertos valores y una educación determinada. La corrupción tiene que ver con la historia y el desarrollo educativo de una sociedad.
Esto sería parte de la explicación de porqué en algunas sociedades hay más corrupción que en otras. Actualmente podemos decir que en Argentina, un Argentino que no saca provecho de ciertas cuestiones es catalogado como un idiota. Un argentino que delata a otro es un buchón. Las imágenes que nos hacemos de nosotros mismos en estas circunstancias son negativas y por lo tanto no prosperan.
Conclusión.
Saliendo de las investigaciones sociales. Me gustaría proponer que nos observemos a nosotros mismos. Algo nos lleva a pensar que la corrupción está en el poder, en los gobernantes o en la sociedad y eso nos exime de observarnos y de pensarnos a nosotros mismos. Nosotros somos la sociedad, y construimos esa sociedad día a día con nuestras acciones. Nos exime, también, de indagar en nuestras propias acciones, en nuestras propias mentiras. ¿Qué nos lleva a la corrupción? ¿qué nos lleva a mentir?
La corrupción empieza con el interés propio. si me intereso en mi mismo, en qué quiero ser, si tengo envidia, codicia, si soy duro,bruto, cruel, hay corrupción. La corrupción empieza en tu corazón, tu mente. Viene del egoísmo, comienza ahí. Viene del miedo, de la ansiedad que me genera vivir en un ambiente en donde tengo que sobrevivir. El ambiente es un estimulo que ayuda a generar este estado de la mente.
La sociedad, cada vez más funciona de estímulo para que esto se desarrolle en nosotros. Una sociedad que prioriza sobre todas las cosas el éxito personal, que no sólo valora la victoria sino a los victoriosos donde sólo importa ser el mejor genera corrupción.
La corrupción está en cada uno de nosotros, en la incapacidad para transitar nuestros temores, en nuestro egoísmo en nuestro interés propio. Y hasta que no contemplemos esto, hasta que no podamos transitar nuestros propios miedos no vamos a poder educar de esa manera a nuestros hijos. Hasta que no nos demos cuenta del efecto de nuestra ambición, de nuestra corrupción, de nuestro egoísmo seguiremos siéndolo.
Sin duda, Macri no está tomando las decisiones que yo preferiría que tome, y es muy probable que en su gobierno haya corrupción, también lo había en el anterior. Mas, menos, o igual. El punto no creo que sea ese, el punto, a mi parecer, es transitar nuestros propios estados para poder lograr construir una sociedad donde esto no se siga replicando.
Está bien que proclamemos medidas justas, que tengan en cuenta el beneficio colectivo, que procuremos que la macroeconomía favorezca la microeconomía, pero no nos olvidemos que nosotros estamos también replicando lo que sucede en las altas esferas en cada pequeño acto que hacemos o que mostramos a nuestros hijos.
Es, ante todo, una responsabilidad de cada uno.
 

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