La paciencia es un atributo, una actitud que puede llegar a modificar tu vida.
Sin temor a equivocarme, creo que vivimos en el momento más impaciente de la historia. De alguna manera nos la pasamos corriendo de un punto al otro, queriendo conseguir no sé qué cosas, pero sin poder conectar con la vida. Cultivar la paciencia y la lentitud en un mundo como el actual es ciertamente un acto de rebeldía.
«Creo que vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir.
Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo,
pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida.»
(elogio de la lentitud)
La paciencia en tiempos modernos
Las nuevas tecnologías.
¿Qué es lo que cambió para que cada vez seamos menos pacientes? Como toda pregunta psicológica y sociológica, tiene una respuesta muy compleja.
Lo más evidente de estas últimas dos décadas es la invención del celular y de internet. Las nuevas tecnologías han modificado la manera en que las personas se relacionan con la realidad.
Internet ha permitido que las personas se comuniquen instantáneamente sin importar la distancia. Aún recuerdo cuando al salir del colegio, si algo me había olvidado de decirle a un amigo, debía esperar a llegar a casa, y que él llegue a la suya para poder llamarlo por teléfono de línea. Hoy no haría falta esperar, simplemente tomar el celular que se ha establecido como una extensión e nuestro propio cuerpo y mandar un mensaje de whatsapp para informar lo olvidado. No sólo en el sentido de la comunicación sino también en el sentido de poder buscar la información necesaria para cualquier duda o trabajo que uno deba realizar. Internet y el celular nos han metido en el mundo de la inmediatez.
Esta situación genera, a partir de la repetición, modificaciones en el cerebro de los adolescentes. También de las personas que se adaptan a esta realidad actual. En un estudio realizado en la Universidad James Cook (JCU) de Queensland, se comprobó que en las personas y en las sociedades tecnocéntricas, parece como si los relojes internos hubieran aumentado su ritmo.
Modificaciones culturales.
En los últimos cincuenta años se ha producido modificaciones en los modos de producción. Apareció la imagen del emprendedor y los mecanismos de producción se multiplicaron. El consumo se transformó, hoy se gasta en servicios mucho más que en los años setenta. Los grupos familiares van reduciendo la cantidad de integrantes y aumentando la cantidad de trabajadores por grupo. También el desarrollo del narcisismo exacerbado, propuesto por la sociedad de consumo, llevan a las personas a autoexigirse constantemente y pretender modificaciones profundas al instante. Lo que sea que haya que conseguir, hay que conseguirlo ya.
Como dice Simon Sinek:
«Los milennials pretenden cambiar el mundo trabajando durante seis meses en una empresa, al no hacerlo, se sienten frustrados, queriendo salirse y renunciar.»
Esto es producto de la impaciencia que hoy inunda todas las esferas de la sociedad. Si hoy quiero escuchar una canción, puedo hacerlo ya. ¿Quiero ver una película? Puedo hacerlo ya. Tal vez quiero encargar un producto para comprarlo, puedo hacerlo, independientemente de qué hora sea. Hasta si quiero salir con una chica, también hay una aplicación para eso.
Es así como se va desarrollando un cerebro habituado a lo instantáneo y con gran dificultad para conectar con el presente y de aplazar la satisfacción. Aplazar la satisfacción es un aspecto central de la inteligencia emocional. Encontramos difícil el poder sentarnos a ver un atardecer. Encontramos difícil el poder transitar y conectar con los tiempos de la naturaleza. Y lo cierto es que el amor necesita de tiempo. La maduración necesita de tiempo. El desarrollo profesional o laboral también necesita de tiempo. Pero la pretensión de la satisfacción instantánea dificulta que uno pueda transitar estas instancias.
La sociedad del consumo ha estimulado tanto el deseo y también el miedo, que constantemente estamos con nuestros cuerpos en el presente y con nuestras mentes en otro momento.
Cultivar la paciencia:
¿Vivimos la vida apreciándola, disfrutándola de instante en instante, o al contrario, creemos que lo mejor siempre está más adelante?
En el libro de Milan Kundera, «La inmortalidad», el autor vuelve a su ciudad y ve que muchos caminos pasaron a ser carreteras. Reflexiona diciendo que la carretera, así como las autopistas, sólo tienen sentido porque une un punto con otro, sólo importa el destino. En cambio el camino es el elogio del espacio, cada tramo de un camino tiene sentido en si mismo y nos invita a detenernos.
Pero ¿Qué es la paciencia?
Podemos decir que paciencia es la capacidad de transitar la experiencia con calma. La impaciencia, surge de la exigencia de querer cambiar las cosas en vez de aceptarlas tal y como son. En la paciencia hay una sabiduría natural que reconoce que cada cosa tiene un ciclo vital que es necesario respetar. En la paciencia hay una conexión con los procesos naturales tal como estos se manifiestan.
Demuestra que comprendemos y aceptamos el hecho de que, a veces, las cosas se tengan que desplegar cuando les toca. Un niño puede intentar ayudar, rompiendo la crisálida, a que una mariposa salga, aunque, por regla general, la mariposa no resulte en nada beneficiada por el esfuerzo. Cualquier adulto sabe que la mariposa sólo puede salir al exterior cuando le llega el momento y que no puede acelerarse el proceso.
La paciencia puede ser una cualidad especialmente útil para invocarla cuando la mente está agitada y puede ayudarnos a aceptar lo errático de nuestra mente. Es necesario, para ello, que la paciencia esté acompañada de bondad y compasión hacia nosotros mismos.
¿Cómo cultivarla?
En el Mindfulness, la actitud de la paciencia es fundamental.
En los cursos de Mindfulness y reducción del estrés cultivamos la paciencia hacia nuestro cuerpo, hacia nuestra propia mente y hacia todo lo que nos rodea. Es fundamental que, si me voy a sentar a practicar atención plena, entienda conscientemente la idea de desarrollar paciencia hacia todas las cosas y factores.
En una escena de «Comer, rezar y amar» Julia Roberts está intentando meditar pero se enoja consigo misma cada vez que su mente se dispersa. Un monje al verla fastidiada le dice «Usted no está practicando mindfulness, usted está practicando maltratarse». La paciencia es esa cualidad que entiende y acepta, reconociendo el tiempo de los procesos.
En tiempos como los actuales, cultivar la paciencia es un acto de rebeldía.
Muchas veces las personas temen ser pacientes por pensar que están perdiendo el tiempo o porque creen que deben actuar impulsivamente, movilizados por el temor. Tal vez algunas veces haga falta. En otras es posible que reaccionar no sea la mejor decisión. Quien logra mirar pacientemente y actuar con calma, tomándose el tiempo para evaluar es quien suele dar las mejores respuestas.
Es importante poder distinguir paciencia de negligencia o de desinterés. En la paciencia hay compasión y una conexión con lo que está sucediendo. En la negligencia o en el desinterés no hay conexión.
Observar cómo es la mente. Entender como pretende saltearse el momento presente, entrando en conflicto con lo que sí sucede, es empezar a conectar con la paciencia. Puede servir aplazar la gratificación desde el entendimiento de los procesos naturales. Conectar con lo que sea que esté sucediendo sin esperar modificarlo así sea doloroso es el principio del cambio.