Estrés. El mal del siglo.

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A principios del siglo pasado no existía la definición del estrés. No había una descripción que englobara los síntomas del estrés y a mi parecer en algunos años habrá muchas más distinciones para poder hablar de esto.

Pero ¿qué es exactamente el estrés?

Algunos creen que es tener muchas cosas que hacer, no tener tiempo, o cosas por el estilo. Estrés viene del griego «stringere» que significa apretar, y es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante. Es una activación del sistema nervioso simpático para defenderse o huir.
Es decir que el estrés es la respuesta adaptativa de nuestro sistema nervioso frente a lo que percibe como amenazante, preparándolo para luchar o huir. Si el resultado de esta adaptación es positiva y por lo tanto, la persona responde adecuadamente  y el estrés dura el momento necesario en un nivel acorde sin resultar pernicioso. Este tipo de estrés se lo denomina eustrés.
Cuando el estrés se prolonga o es exagerado supera el potencial de homeostasis del organismo, es decir cuando el cuerpo no logra restablecer el equilibrio. A este tipo de estrés se lo llama Distrés. El desequilibrio homeostático puede generar severos y variados daños que pueden derivar en enfermedades psicosomáticas varias. Desde mi punto de vista particular y el de la nueva psicosomática francesa, cada situación estresante puede derivar en afecciones específicas. Generalmente las afecciones suelen suceder principalmente en la dermis, en el estómago, intestinos y corazón; pero hay estudios que vinculan situaciones estresantes con el cáncer por ejemplo.
La lista de los estragos más comunes causados por el estrés son:
Obesidad y sobrepeso
Pérdida del cabello o alopecia
Depresión
Reducción del deseo sexual
Menstruación irregular
Acné
Cuadros alérgicos
Prurito
Úlceras
Insomnio
Irritabilidad
Disminución de fertilidad
Anedonia
Enfermedades cardíacas.
Frente a una situación estresante el sistema nervioso simpático se manifiesta de tal manera que deposita en el torrente sanguíneo una serie de hormonas y neurotransmisores destinados a alterar la respiración, la circulación, la vasoconstricción y el nivel de glucosa (energía) en sangre. Estos cambios posibilitan la respuesta del organismo para luchar o huir frente al elemento estresor. La cuestión es que nuestro sistema nervioso está perfectamente adaptado a la era paleolítica cuando los peligros eran reales y de tiempos moderados. Frente a un tigre este tipo de respuesta es la adecuada.
Hoy los elementos estresores son diferentes, son simbólicos. Un elemento estresor puede ser esperar un llamado telefónico, o la posibilidad de que la economía sufra una crisis. Frente a estas cuestiones nuestro sistema nervioso no genera respuestas adecuadas pues el tiempo suele ser más prolongado. Este estado de alerta sostenido desgasta las reservas del organismo provocando sobretodo inmunodepresión.
También se altera la conducta, la capacidad para aprender, recordar y prestar atención, así como la posibilidad de descansar.

Un poco de historia.

En la década de 1930, Hans Selye –hijo del cirujano austriaco Hugo Selye–, observó que todos los enfermos a quien estudiaba, independientemente de la enfermedad que padecieran, presentaban síntomas comunes: fatiga, pérdida del apetito, bajada de peso y astenia, entre otras posibles sintomatologías. Por ello, Selye llamó a este conjunto de síntomas el síndrome de estar enfermo.
En 1950 publicó la que sería su investigación más famosa: Estrés. Un estudio sobre la ansiedad.
Cary Cooper y Philip Dewe (1) quienes han realizado una interesante y bien lograda revisión del concepto “estrés” en los últimos años, sostienen que en realidad los actuales psicólogos realizan un “redescubrimiento” del estrés en lugar del pretendido “descubrimiento”. Dichos autores nos recuerdan que el mismo término “estrés” había sido planteado ya desde el siglo XVII, cuando se hablaba de un cuadro de “fuerza, presión o tensión” afín a la histeria, a la neurastenia, al desgaste mental y a la tensión en el campo clínico de la psicología.
Hoy en día «estrés» es un término que aparece en el análisis de cualquier médico sobre cualquier patología. Es lo primero que preguntan frente a la diversidad de síntomas que atienden y reconocen su implicación en la mayoría de ellas. El ritmo acelerado de la sociedad moderna, el individualismo de las grandes ciudades que llevan a las personas a vivir sus conflictos y dificultades en soledad, la morfología social y la presión exagerada en la que vivimos, cargados de temores y urgencias hacen del estrés y la ansiedad las patologías con mayor recurrencia en consultorios psicológicos y médicos. Un mal que si bien existió siempre viene acentuándose por los cambios culturales y sociológicos.
Queda mucho aún por investigar y definir en referencia al estrés, pero la identificación y el tratamiento lleva también a que comiencen a desarrollarse técnicas diversas de contrarestar ese mal. La meditación mindfulness, y otras técnicas pueden ser de gran ayuda.

3 comentarios en “Estrés. El mal del siglo.”

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