La enfermedad es un momento que todos los seres humanos de un modo u otro hemos vivido o vamos a vivir. Forma parte de la vida al igual que la muerte. Habitualmente, la sociedad no nos prepara para ninguna de las dos como si al ignorarlas pudiéramos evitarlas. Se piensa que es algo que les sucede a los demás. Se teme por su aparición en algún ser querido. Se piensa en ellas como precio brutal que se paga por estar vivos; algo demasiado horrible para ser verdad.
Cicerón decía que la filosofía era una preparación para la muerte. Creemos que la medicina debería ser una preparación para estar enfermo. El aprender a convivir con ese estado, a dialogar con sus expresiones, a no temerle, a entenderlo.
La actual medicina preventiva nada tiene que ver con esta posición. Ella plantea normas para no enfermarse, que responden a una medicina entroncada al sistema de poder. «Usted no debe hacer esto o aquello y jamás debe dejar de hacer lo otro». Se niega a la enfermedad como parte de la vida y se aceptan modas ideológicas que son tan cambiantes que lo mismo que prevenía una enfermedad hace veinte años, hoy la provoca.
No deja de pertenecer esta pretendida medicina preventiva al sistema oficial que siembra el pánico y normativiza lo correcto. «Si no hacen lo que les decimos… les pasará algo muy malo».
En algunos países nórdicos se sugiere la mutilación de ambas mamas (en forma gratuita ya que el estado cubre los costos de la cirugía) a las mujeres que son portadoras de un marcador genético recientemente descubierto y que según la ideología genetista, actualmente de moda, podría provocar en algún momento un cáncer en la mama. No es esto otra cosa que sostener el poder a través del miedo.
Las mismas propuestas oficiales en la llamada prevención de la recidiva del cáncer (que vuelva a aparecer luego de ser tratado) no distan mucho de esta visión catastrófica de la enfermedad. Si a un ser humano le sobra un trozo de tejido no sólo se extirpa ese trozo, sino todo lo que hay por delante, por detrás, por arriba y por abajo. Luego se lo intoxica con drogas que destruyen gran parte de su organismo y se lo somete a radiaciones cuyo poder para producir cáncer esta comprobado. no satisfechos aún, se lo controla con exámenes periódicos (muchos de ellos cruentos físicas y moralmente) y con una desidia absoluta por el sufrimiento de este semejante se le advierte una y otra vez que en cualquier momento todo puede reaparecer y «habrá que seguir trabajando para vencer».
A esto se le llama prevención. Preferimos llamarlo privación de los derechos fundamentales de un ser humano a conocer la verdad y a tener autoridad sobre su cuerpo y su vida. La verdadera prevención es, justamente, conocer la verdad y el sentido y no, someterse a hipótesis pseudo científicas que no resisten ni siquiera el paso del tiempo.
La búsqueda de la verdad no puede ser confundida con un método ni con estadísticas. Debe ser enlazada al sentido de la enfermedad, a la dirección que ella marca no sólo en la singularidad del sujeto sino en la sociedad como colectivo en un tiempo y en un espacio determinado.
El determinismo lineal (porque hice esto me pasó aquello) debe dejar paso a los cruzamientos de los distintos niveles de realidad.
Creemos en una medicina preventiva basada en la satisfacción de las necesidades fundamentales del ser humano. Ellas son: la nutrición, la reproducción, la defensa del territorio primitivo, la autoafirmación, la pertenencia o la formación de un territorio moderno y la comunicación. Cuando estos requerimientos no son contestados, la naturaleza exige respuestas. La intención de estas exigencias es la supervivencia de la especie. Aún en detrimento de la supervivencia del individuo, la naturaleza impone que los requerimientos básicos para que la vida continúe deben ser observados.
La enfermedad ha sido falsamente interpretada como un error, una falla, una agresión. Contrariamente a ello, vemos en las exigencias de la evolución la causa fundamental de ese acto vital que llamamos enfermedad.
En el ser humano no basta esta interpretación biológica. A partir del lenguaje y de las relaciones que surge de él, las leyes biológicas se enlazan a las leyes del lenguaje. ningún ser humano puede nacer fuera del lenguaje. Este lo espera y lo significa. A partir de allí, no hay sujeto sin lenguaje y no hay persona sin dimensión simbólica.
El animal salvaje cuando traga un trozo de alimento demasiado grande, genera por haberse excedido en la necesidad de nutrición un agrandamiento de las amígdalas para impedirle que siga tragando. Es la respuesta de la naturaleza para que no se viole un requerimiento básico. En el ser humano esto ocurre, a través de las leyes del lenguaje, cuando el sujeto debe «tragarse» injusticias, presencias desagradables, acusaciones. Las amígdalas responden desde el nivel físico haciendo una metáfora de lo que está ocurriendo en el nivel emocional. A partir de allí, el sujeto tose y estornuda, escupiendo a la gente que lo rodea y logrando así «echar» a aquellos que lo están dañando.
Se regula el requerimiento afectado. El sujeto no «traga» más y se aísla. Ahora depende de sus decisiones. Aceptar la autorregulación que lo biológico ha impuesto, aprender de esa situación y adaptarse para sobrevivir, o seguir «tragando» por supuestas obligaciones sociales e ignorar la respuesta adaptativa.
La actitud negativa ante las obligadas y necesarias adaptaciones del cuerpo, supone un desconocimiento de las leyes naturales que es lo que caracteriza al sistema médico oficial. El uso de anti- inflamatorios, antibióticos y anti- alérgicos para que el sujeto enfermo vuelva rápidamente al circuito de producción. Un sistema de salud basado en las curas «rápidas y eficaces» sin tener en cuenta dónde nos lleva esta actitud. Cada vez más efectividad en la solución de las enfermedades agudas y más incapacidad para responder a las enfermedades crónicas (cáncer, sida, reumatismo, degeneración cerebrales, etc) que a la vez aumentan sus frecuencias.
Una verdadera medicina preventiva requiere tres actitudes:
1- El conocimiento de las leyes de la naturaleza por parte de los agentes de la salud.
2- La divulgación de estas leyes desde las primeras ´pocas de la vida (en la familia, en la escuela, en la sociedad).
3- Respuestas terapéuticas acorde a la lógica de estas leyes.
Extracto del libro: «La lupa de la nueva medicina». Capítulo uno. de Fernando Callejón.