
Es por eso que muchas veces me esfuerzo por realizar una especificidad con respecto a los términos, diferenciarlos nos ayuda a enriquecer nuestra experiencia y a corregir aquello que nos lleva por el camino del sufrimiento y la falta de recursos.
La culpa:
Lo primero para decir es que cuando hablamos de culpa, no estamos hablando de las implicaciones legales, tampoco de aquellas situaciones donde uno generó daño físico en otras personas, sino de la expresión emocional que uno percibe cuando realiza acciones, vinculadas con la propia vida pero que por alguna razón generan sensaciones de estar en el mal camino.
Nuestra cultura judeocristiana aportó mucho para que fuera una de esas emociones en la que podemos caer fácilmente. Es normal recibir en la consulta, gente que siente culpa, ya sea por lo que cree haber hecho mal, o, en muchas situaciones, por no lograr ser, o no decidir lo que los otros desean que esa persona sea o decida con respecto a su propia vida.
Esto genera mucha confusión. Tener experiencias internas o deseos contrarios a los que tienen familiares o la sociedad misma, puede llevarnos a recluirnos, a sufrir en silencio o a avanzar muy lentamente por los caminos de la vida.
Esto genera mucha confusión. Tener experiencias internas o deseos contrarios a los que tienen familiares o la sociedad misma, puede llevarnos a recluirnos, a sufrir en silencio o a avanzar muy lentamente por los caminos de la vida.
Podríamos hipotetizar que se percibe cuando rompemos los mandatos o reglas familiares o sociales. Se asemeja en este sentido al sentido que poseen algunos animales para saber dónde esta su manada, por qué camino anda y no desviarse del mismo.
La responsabilidad:
La culpa no nos permite responsabilizarnos. No nos permite tomar las riendas de nuestra vida.
La responsabilidad en este sentido, es aquella energía que nos convierte en los jinetes de nuestras decisiones. Implica entonces la decisión de tomar la vida como nos fue dada, sin necesidad de tener que pagar por ello. Implica agradecer y estar en paz con aquellos que nos dieron la vida y pedirles que nos miren con buenos ojos cuando tomemos nuestras propias decisiones. Implica también reconocernos creadores de nuestras vidas y gestores de nuestro desarrollo. Implica mirar a nuestro entorno y reconocer que lo que sea que pase ahí tiene que ver con nosotros y nuestras decisiones.
Obviamente no estoy, de esta manera, justificando injustificables. No quiere decir que TODO lo que pase tenga que ver con nosotros, la vida toma sus propias decisiones y es caprichosa. No nos corresponde, por lo tanto, controlar lo externo a nosotros. No podemos controlar la situación económica, no podemos controlar la muerte, ni muchas otras cosas que no dependen exclusivamente de nosotros… Obviamente esos hechos van mucho más allá de nuestra voluntad. Pero es nuestra responsabilidad cómo reaccionamos a eso, es nuestra responsabilidad qué postura elegimos tener ante el dolor, por ejemplo, o si empezamos a formar parte de movimientos mancomunados para generar cambios a nivel social.
La responsabilidad nos hace fuerte, nos pone en la dirección de hacernos cargo de nuestro papel en la vida, y de nuestro lugar como seres humanos dentro de un ecosistema. No es nuestra culpa si alguien cae enfermo, tampoco es nuestra responsabilidad directa. Pero podemos hacer algo. Eso que sí podemos hacer, eso sí es nuestra responsabilidad.
Podemos sanarnos a nosotros mismos y ser un camino sanador de un cuerpo social. Podemos trabajar desde nuestros lugares por un mundo mejor. Podemos elegir qué hacer de nuestras vidas, escuchar nuestros deseos y ponernos en línea con ellos.
La culpa nos coloca en un lugar de víctima y de egocentrismo. No nos reconoce como artífices de lo que podemos generar, de nuestro propio poder y es más bien una traba para que podamos llevar adelante nuestras propias vidas como realmente queremos llevarla.
¿Podes responsabilizarte de vos, pedir permiso para tomar tus propias decisiones? Suponer esto, entiende que también el otro es responsable de sí mismo y de cómo reacciona cuando me ve tomar mis propias decisiones. Claro está que ser responsable de uno no implica actuar en contra o en perjuicio de los otros, implica dejar que tanto uno como el otro se responsabilice de si mismo. Por lo tanto, cuando hablo de tomar decisiones hablo de las que atañen a la vida propia y no a los demás.
Te invito a pensar, a pensarte, a que te fijes cuáles son tus reacciones, cuáles tus decisiones, que veas en qué te podes responsabilizar y comiences un camino de cambio. Te invito a mirar dónde y con quién querés estar.
Escrito por: Lic. Rodolfo Falcón
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